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martes, 11 de octubre de 2016

Crítica a El Espíritu de la Colmena.

Victor Erice ha sido uno de los directores que más me han citado en el máster de Cinematografía que realicé el curso pasado.  He decidido pues aproximarme a su obra y aunque breve y repleta de trabajos corales, es un director que tiene muchísimo interés, no solo por lo naturalista de sus planos si no también por como trata de forma paisajística y a modo de retrato el mundo rural.

El Espíritu de la Colmena es una rara avis dentro del cine español que se realizó durante la dictadura de Franco. En un principio planteaba ser una película de terror y tratar sobre los espíritus y al final acabó resultando un drama rural sobre la posguerra en Castilla la Mancha. Las protagonistas son dos niñas pequeñas que asisten a la proyección de El Doctor Frankestein y quedan impresionadas por el monstruo y la bondad de este. Paralelamente se desarrolla la historia de su madre, una figura casi fantasmal que pulula por la casa escribiendo cartas a un amor frustrado que nunca llegó a consumarse. El padre de las niñas, interpretado por Fernando Fernán Gomez, es un abúlico erudito que pulula entre sus panales de abejas, sus libros sobre el mundo fúngico y los cuidados de sus hijas.

A su vez podemos ver la relación entre ambas muchachas, la mayor deseosa de conocimiento y a medio camino entre la inocencia infantil y a punto de emprender el camino iniciático al mundo adulto y buscar el conocimiento de lo prohibido. Y la pequeña seguidora fiel de su hermana y discípula suya, buscando en ella todas las respuestas que tiene.

Y es que la búsqueda de respuestas sobre su impresión al ver al monstruo de Frankestein la lleva a dar con un hayazgo mucho más sorprendente que cualquier monstruo de película o de ficción. La pequeña niña acabará encontrando a un ex combatiente republicano que huye de las autoridades que le persiguen. Siendo este punto el más insólito de la cinta. Tengamos en cuenta que hasta entonces las representaciones de los republicanos en el cine español eran de personas malvadas, rencorosas y llenas de odio y sin embargo en esta cinta aparece como un hombre derrotado y perseguido, herido y vulnerable que busca esconderse y desaparecer de su persecución.

Es muy interesante el simil que plantea Victori Erice con el republicano huido y la figura del Monstruo de Frankestein. Ambos son seres bondadosos pero que sufren el rechazo y la persecución por parte de los poderes fácticos y ambos seres demuestran su bondad trabando amistad con una niña pequeña.

En el apartado técnico de la cinta destacan las tonalidades similares a la miel en la fotografía, dando la idea de que toda la acción se desarrolla en un panal. Los arreglos musicales son variaciones de piezas infantiles que evidencian aun más la mezcla de fantasía infantil con la realidad. Y es que esta película, no deja de ser una versión del Monstruo de Frankestein pero en nuestra posguerra.

Una película preciosa, imprescindible y cargada de valor y de simbolismos.

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